Hace veintiún años este Septiembre pasado, en un tramo solitario de las vías del tren paralelo a la autopista 101 cerca de Salinas, California, 32 braceros campesinos perdieron sus vidas en un trágico accidente. Los Braceros habían sido importados de México para trabajar en los Ranchos de California. Ellos murieron cuando su autobús, que fue convertido de un troca de plataforma, se le atravesó a un tren de carga. La conversión del autobús no había sido aprobada por ninguna agencia del gobierno. El Conductor tenía visión de “túnel.” La mayoría de los cuerpos quedaron inidentificados por varios días. Nadie, incluyendo el ranchero quien empleo a los trabajadores, siquiera sabía los nombres de los braceros.
Hoy en día, miles de campesinos viven bajo condiciones salvajes–bajo los árboles y en medio de basura y excrementos humanos–cerca de campos de tomate en el condado de San Diego, campos de tomate que usan la tecnología agrícola más moderna. Ratas fieras los roen mientras duermen. Caminan millas para comprar alimentos a precios inflados, y acarrean su agua de las pompas de riego.
El trabajo infantil sigue siendo común en muchas áreas de la agricultura. Hasta un 30 por ciento de los piscadores de ajo del Norte de California, son niños menores de edad–Niños de tan solo seis años de edad han votado en elecciones de unión que son conducidas por el Estado de California, ya que califican como trabajadores. Unos 800,000 niños menores de edad trabajan con sus familias cultivando cosechas por todos los Estados Unidos. Los bebes que nacen de trabajadores migrantes sufren una mortalidad infantil que sobrepasa el 25 por ciento del resto de la población. La malnutrición entre los trabajadores migrantes es 10 veces más alta que la tasa nacional. La expectativa de vida de los campesinos sigue siendo 49 años–comparada a 73 años para el típico americano.
Toda mi vida, he sido impulsado por un sueño, una meta, una misión; de derrocar un sistema de trabajo agrícola en esta nación que trata a los campesinos como si no fueran seres humanos importantes. Los trabajadores del campo no son implementos agrícolas. No son bestias de carga–para ser usados y descartados. Ese sueño nació en mi juventud. Fue alimentado en mis primeros días de organización. Ha florecido y ha sido atacado.
Yo no soy diferente de cualquier otra persona que haya intentado hacer algo con su vida. Mi motivación viene de mi vida personal–de ver de lo que mi madre y mi padre atravesaron mientras crecía; de las experiencias que pasamos como trabajadores migrantes en California. Ese sueño, esa visión, nació de mi propia experiencia con el racismo, con esperanza, con el deseo de ser tratado justamente y de ver a mi gente tratada como seres humanos y no como esclavos. Creció de la ira y la rabia–emociones que sentí hace 40 años cuando a la gente de mi color se le negó el derecho de ver una película o de comer en un restaurante en muchas partes de California. Creció de la frustración y la humillación que sentía como un niño que no podía entender como los rancheros/agricultores podían abusar y explotar a los trabajadores del campo cuando había tantos de nosotros y tan pocos de ellos. Después, en los años 1950s, experimente una especie diferente de explotación. En San José, en Los Ángeles y en otras comunidades urbanas, nosotros–la gente México-americana–éramos dominados por la mayoría que eran Anglo.
Empecé a darme cuenta lo que la gente de otras minorías ya habían descubierto: Que la única respuesta–la única esperanza–era en organizarse. Más de nosotros teníamos que convertirnos en ciudadanos. Teníamos que registrarnos para votar. Y la gente como yo tenía que desarrollar las habilidades que se necesitarían para organizar, para educar y ayudar a empoderar a la gente chicana. Empleé muchos años–antes de que fundáramos el sindicato–en aprender a trabajar con la gente. Vimos algunos éxitos en el registro electoral, en la política, en la lucha contra la discriminación racial–éxitos en una época en la que los Afro-Americanos—apenas empezaban a hacer valer sus derechos civiles y cuando la conciencia entre los hispanos era casi no-existente.
Pero, en el fondo de mi corazón, yo sabía que nunca podría ser feliz a menos que intentara organizar a los trabajadores del campo. Yo no sabía si lo lograría, pero yo tenía que intentarlo. Todos los hispanos, urbanos y rurales, jóvenes y ancianos–están conectados a la experiencia de los campesinos–todos habíamos vivido atreves de los campos–o sino, nuestros padres lo habían hecho. Compartíamos esa humillación común.
¿Cómo podíamos progresar como una gente, aun si vivimos en las ciudades, mientras los trabajadores del campo–hombres y mujeres de nuestro color–eran condenados a una vida sin orgullo? ¿Cómo podríamos progresar como una clase de gente, mientras los trabajadores del campo–que simbolizan nuestra historia en esta tierra–se les negaban respeto propio? ¿Cómo puede nuestro pueblo creer que sus hijos podrían convertirse en abogados y médicos y jueces y gente de negocio mientras que a esta vergüenza, a esta injusticia, se le permitía continuar?
Aquellos que atacan a nuestro sindicato amenudeo dicen, “no es realmente un sindicato. Es otra cosa: un movimiento social. Un movimiento de derechos civiles. Es algo peligroso.” Tienen mitad de la razón. La Unión de Campesinos, es ante todo, un sindicato. Un sindicato como cualquier otro. Una unión que produce para sus miembros los temas del pan y la mantequilla o no sobrevive.
Pero la UFW ha sido siempre algo más que una unión–aunque nunca ha sido peligrosa, si usted cree en La Lista de Los Derechos del Ciudadano. La UFW fue el comienzo. Atacamos esa fuente histórica, de vergüenza e infamia que nuestra gente en este país, vivían. Atacamos esa injusticia, no en quejarnos, no en la búsqueda de limosnas, no en hacernos soldados en la Guerra a la Pobreza. ¡Nos organizamos! Los campesinos reconocimos que nosotros mismos habíamos permitido ser convertidos en víctimas en una sociedad democrática–una sociedad donde el reinado mayoritario y la negociación colectiva deben ser más que teorías académicas o retorica política. Y al abordar este problema histórico, hemos creado la confianza y el orgullo y la esperanza en la habilidad de un pueblo entero para crear el futuro.
La supervivencia de la UFW–su misma existencia–no estaba en duda en mi mente, cuando el tiempo empezó a venir… después de que la unión se hizo visible…cuando los Chicanos comenzaron a ingresar a las universidades en mayor numero, cuando los Hispanos empezaron a correr para cargos públicos en mayores números–cuando nuestra gente comenzó hacer valer sus derechos en una amplia gama de asuntos y en muchas comunidades atreves del país.
La supervivencia de la UFW–su misma existencia–mando una señal a todos los Hispanos que estábamos luchando por nuestra dignidad, que estábamos retando y venciendo a la injusticia y que estábamos empoderando a los menos educados entre nosotros–los más pobres entre nosotros. El mensaje era claro: Si podía pasar en los campos, podía pasar en cualquier lugar – en las ciudades, en las cortes, en los concilios de las ciudades, en las legislaturas estatales.
Yo realmente, no lo apreciaba en ese tiempo, pero la venida de nuestro sindicato, marco el inicio de grandes cambios entre los hispanos que solo ahora están comenzando a ser visto. Yo he viajado a todos los rincones de esta nación. He conocido y hablado con miles de hispanos de toda clase–de todas las clases sociales y económicas. Una cosa que escucho más a menudo de los hispanos, sin importar la edad y posición–y de muchos no hispanos también–es que los trabajadores del campo les dieron la esperanza de que si podían alcanzar el éxito y la inspiración para trabajar por un cambio.
De vez en cuando ustedes escucharan a nuestros adversarios declarar que la unión es débil, que la unión no tiene apoyo, que la unión no ha crecido suficientemente rápido. Nuestra obituaria se ha escrito muchas veces. Que irónico es que las mismas fuerzas que sostienen tan apasionadamente que la unión no tienen influencia, son las mismas fuerzas que nos siguen atacando tan fuertemente. El poder de la unión en la agricultura no tiene nada que ver con el número de trabajadores agrícolas bajo contrato de unión. No tiene nada que ver con la capacidad de los trabajadores agrícolas para contribuir a los políticos demócratas. Ni siquiera tiene mucho que ver con nuestra capacidad para conducir exitosos boicoteos. El hecho mismo de nuestra existencia, forzó a una industria entera–sindicalizados y no-sindicalizados–a gastar millones de dólares año tras año en mejorar salarios, en mejorar condiciones de trabajo, en beneficios para trabajadores. ¿Si somos tan débiles y fracasados, por qué los agricultores continúan atacándonos con tanta pasión?
Porque mientras continuemos existiendo, los campesinos se beneficiaran de nuestra existencia–incluso si no trabajan bajo contrato de unión. Realmente no importa si tenemos 100,000 miembros o 500,000 miembros. En verdad, cientos de miles de campesinos en California–y en otros estados–están mejor hoy, por nuestro trabajo. Y los hispanos atreves California y la nación que no trabajan en la agricultura, están mejor hoy, por lo que los campesinos les ensenaron a la gente acerca de la organización, sobre el orgullo y la fuerza, de tomar el control de sus propias vidas. Decenas de miles de los hijos y nietos de campesinos, y de hijos y nietos de hispanos pobres, están saliendo de los campos y fuera de los barrios–y entrando en profesiones y en negocios y en la política. ¡Y Este Movimiento no se puede revertir! Nuestro sindicato siempre existirá como una fuerza aumentando entre los Chicanos en el suroeste. Y eso significa que nuestro poder y nuestra influencia crecerán y no disminuirá.
Dos tendencias principales nos dan esperanza y ánimo. Primero, nuestro sindicato ha vuelto a usar un arma probada en el arsenal no-violento de los campesinos, ¡la cual es el boicot! Después de que el Acta de Relaciones Agrícolas de Labor se convirtió en Ley en California en 1975, desmantelemos nuestro boicot para trabajar con la ley. Durante los principios y a mediados de los años 70’s, millones de Americanos apoyaron nuestros boicots. Después de 1975, redirigimos nuestros esfuerzos del boicot a la organización y a ganar elecciones bajo la ley. La ley ayudo a los campesinos a progresar en el derrocamiento de la pobreza e injusticia. En compañías donde los campesinos son protegidos por contratos de unión, hemos hecho progreso en vencer el trabajo infantil, en vencer sueldos y condiciones de trabajo miserables, en vencer al acoso sexual de mujeres trabajadoras, en la superar de los pesticidas peligrosos que envenenan la comida que nuestro pueblo come. Donde hemos organizado, estas injusticias pronto pasan a ser historia.
Pero bajo el Gobernador Republicano George Deukmejian, la ley que garantiza nuestro derecho de organizar ya no protege a los trabajadores agrícolas. No funciona más. En 1982, los agricultores corporativos le dieron a Deukmejian un millón de dólares para su candidatura para Gobernador de California. Desde que asumió el cargo, Deukmejian ha pagado su deuda a los agricultores con la sangre y el sudor de los campesinos de California. En lugar de hacer cumplir la ley tal como fue escrita contra aquellos que la corrompen, Deukmejian invitó a los agricultores que violan la ley a que tuvieran alivio en nombramientos hechos por el gobernador.
¿Qué significa todo esto para los campesinos? Esto significa que el derecho a votar en elecciones libres es una farsa. Esto significa que el derecho de hablar libremente sobre la unión entre sus compañeros de trabajo es un cruel engaño. Significa que el derecho a ser libres de amenazas y la intimidación de los agricultores es una promesa vacía. Esto significa que el derecho a sentarse a negociar con su empleador, como iguales en la mesa de negociaciones– y no como peones en el campo–es un fraude. Esto significa que miles de trabajadores del campo–a quienes se les debe millones de dólares en salarios atrasados porque sus empleadores violaron la ley–aún están en espera de sus cheques. Significa que 36,000 trabajadores del campo–que votaron por ser representados por La Unión de Campesinos en elecciones libres–aun están esperando que los contratos de los rancheros que se niegan a negociar en buena fe. Esto significa que, para los campesinos, el trabajo infantil continuará. Significa que, la mortalidad infantil va a continuar. Significa que la malnutrición entre nuestros niños continuará. Significa que la corta esperanza de vida y las condiciones inhumanas de vida y laborales continuarán.
¿Son acaso estas amenazas ficticias? ¿Son exageraciones? Pregunte a los campesinos que todavía están esperando a los agricultores negocien de buena fe y que firmen contratos. Pregunte a los campesinos que han sido despedidos de sus trabajos, por hablar en favor de la Unión. Pregunte a los campesinos que han sido amenazados con violencia física, porque apoyan a la UFW. Pregunte a la familia de René López, el joven trabajador del campo de Fresno que fue muerto a balazos el año pasado porque apoyaba al sindicato. Estos trágicos acontecimientos han obligado a los campesinos a declarar un nuevo boicot internacional de las uvas de mesa en California. Es por eso que estamos pidiendo a los estadounidenses una vez más que se unan a los trabajadores del campo en boicotear las uvas de California. La encuesta Luis Harris revelo que 17 millones de adultos estadounidenses boicotearon las uvas. Estamos convencidos que esas personas y que su buena voluntad no ha desparecido. Ese segmento de la población que hace que nuestro boicot trabaje son los hispanos, los negros, y otras minorías, nuestros aliados en la fuerza laboral, y las iglesias. Pero también es toda una generación de jóvenes estadounidenses que maduraron políticamente y socialmente en las décadas de los años 60 y 70– Millones de personas para quienes al boicotear las uvas y otros productos se convirtió en una conducta socialmente aceptada. Si Usted era joven, Anglo y estaba dentro o cerca de los terrenos universitarios durante los finales de los años 60s y principios de los años 70, es probable que usted apoyo a los campesinos.
Quince años después, los hombres y mujeres de esa generación están vivos y saludables. Están en sus mediados 30’s, 40’s. Están llevando a cabo sus carreras profesionales. Su salario desechable es relativamente alto. Pero siguen propensos a responder a un llamado de los campesinos. La misión de La Unión todavía tiene sentido para ellos. Solamente que hoy tenemos que traducir la importancia de un sindicato de trabajadores del campo a la lengua de la década de los años 80. En lugar de hablar sobre el derecho de organizar, hay que hablar de la protección ante el acoso sexual en los campos. Tenemos que hablar sobre el derecho a alimentos de calidad–y los alimento que sean seguros para comer. Les puedo decir que el nuevo lenguaje está trabajando; los 17 millones todavía están ahí. Ellos están respondiendo–no a líneas de huelga y a volantes, sino, al boicot de alta tecnología de hoy, un boicot que utiliza computadoras, y correo directo, y técnicas de publicidad que han revolucionado los negocios y la política en los últimos años. Hemos logrado más éxito con el boicot en los primeros 11 meses de 1984 que hemos logrado en los 14 años desde 1970.
La otra moda que nos da esperanza es el crecimiento monumental de la influencia hispana en este país y lo que eso significa en la población, el incremento de la población, el crecimiento de la influencia social y económica, y el aumento de la influencia política. Al Sur del Rio Sacramento en California, los hispanos ahora constituyen más del 25 por ciento de la población. Esta cifra superará el 30 por ciento para el año 2000. Hay 1.1 millones de votantes registrados con apellido español en California; el 85 por ciento son demócratas; solo el 13 por ciento son republicanos. En 1975, había 200 funcionarios electos hispanos en todos los niveles de gobierno. En 1984, hay más de 400 jueces elegidos, miembros del concilio de la cuidad, alcaldes y legisladores. En luz de estos acontecimientos, es absurdo sugerir que vamos a retroceder en el tiempo, ¡como una unión o como una gente!
Los agricultores a veces tratan de culpar a la unión de sus problemas. Para culparnos de sus pecados—pecados de los cual solo se pueden culpar a ellos mismos. Los agricultores solo tienen a ellos mismos a quien culpar a medida que comienzan a recoger la cosecha de décadas de daños ambientales que han llevado sobre la tierra–los pesticidas, los herbecidas, los fumigantes de suelo, los fertilizantes, los depósitos de sal de irrigación desconsiderada– los estragos de años de intoxicación descontrolada de nuestra tierra y agua. Miles de acres de tierra en California ya han sufrido daño irreparable por este abuso sin sentido de la naturaleza. Miles más se perderán a menos que los agricultores entiendan que el vertido de venenos en el suelo no va resolver sus problemas–En el corto o largo plazo. Las autoridades de salud de muchos pueblos del Valle de San Joaquín ya advierten a los niños y a mujeres embarazadas de no beber el agua a causa de los nitratos de fertilizantes que han contaminado el agua subterránea.
Los agricultores solamente pueden culparse a ellos mismos por una creciente demanda de consumidores por mejor calidad de alimentos–alimentos que no están contaminados por sustancias tóxicas; comida que no sea el resultado de mutaciones de plantas o sustancias químicas que producen tomates rojos, tomates que parecen ser deliciosos pero que saben a alfalfa. Los agricultores están cometiendo los mismos errores que las automotrices Americanas cometieron en los años 60 y 70 cuando se negaron a producir carros chicos y económicos, abrieron la puerta a una mayor competencia extranjera. Los agricultores sólo pueden culparse a ellos mismos por el incremento de ataques en su financiamiento público de limosnas del gobierno: los subsidios de agua; la investigación de mecanización; los altos subsidios por no crecer cosechas. Estos privilegios específicos entraron en vigor antes que la Corte Suprema reglamentara que es un voto por persona-en un tiempo los legisladores rurales dominaban la legislatura y el congreso. Pronto, las limosnas del gobierno podrían estar en peligro ya que las búsquedas del gobierno para obtener más ingresos a incrementado y su calidad de contribuyentes urbanos examinaran mas cercanamente los programas agrícolas y quienes se benefician realmente.
Los agricultores sólo tienen a ellos mismos a quien culpar por la humillación que han traído a sucesivas oleadas de grupos de inmigrantes que han sudado y sacrificado durante 100 años para que esta industria enriquezca. Durante generaciones ellos han subyugado razas enteras de trabajadores de agricultura de piel oscura. Estos son los pecados de los agricultores, no de los campesinos. Nosotros no envenenamos la tierra. Nosotros no abrimos la puerta a productos importados. Nosotros no codiciamos billones de dólares en dadivas de gobierno. Nosotros no abusamos ni explotamos a la gente que trabaja la tierra. Hoy en día, los agricultores son como boxeadores viejos y borrachos a golpes que no saben que ya pasa el mejor tiempo de su juventud. Los tiempos están cambiando. El ambiente político y social ha cambiado. Los pollos ya regresan a casa a dormir y el tiempo para rendir cuentas de sus pecados del pasado se avecina. Me dicen, estos días, los porqués campesinos deben estar desalentados y pesimistas: Los Republicanos controlan la oficina del gobernador y la Casa Blanca. Dicen que hay una tendencia conservadora en la nación. Sin embargo estamos llenos de esperanza y aliento. ¡Hemos mirado asía al futuro y el futuro es nuestro!
La historia y la inevitabilidad están de nuestro lado. Los campesinos y sus hijos–y los hispanos y sus hijos–son el futuro de California. ¡Y las corporaciones de agricultura son el pasado! Esos políticos que se alían con los agricultores de las empresas y en contra de los campesinos y los hispanos van a recibir una gran sorpresa. Ellos quieren hacer su carrera en la política. Quieren tener poder por 20 y 30 años. Pero en 20-30 años–en Modesto, en Salinas, en Fresno, en Bakersfield, en el Valle Imperial y en muchas de las ciudades grandes de California–esas comunidades estarán dominadas por campesinos y no por agricultores, por los hijos y nietos de trabajadores agrícolas y no por los hijos y nietos de agricultores.
Estas nuevas tendencias son parte de las fuerzas de la historia que no se pueden frenar. Ninguna persona y ni una organización pueden resistirlas por mucho tiempo. Son inevitables. Una vez que comienza al cambio social. No puede ser revertido. No se puede deseducar la persona que ha aprendido a leer. No se puede humillar a la persona que siente orgullo. No se puede oprimir a la gente que ya no tiene miedo.
Nuestros adversarios deben entender que no es sólo una unión que hemos construido. Los sindicatos, al igual que otras instituciones pueden ir y venir. Pero somos más que una institución. Durante casi 20 años, nuestro sindicato ha estado en la vanguardia de una de la causa de la gente–y no se puede acabar con todo un pueblo; no se puede acabar con la causa del pueblo.
Independientemente de lo que depara el futuro para la unión, independientemente de lo que depara el futuro para los campesinos, nuestros logros no se pueden deshacer. “La Causa”–nuestra causa–no tiene que ser vivida dos veces. ¡La consciencia y el orgullo se ha levantado por nuestra Unión están vivos y prósperos dentro de millones de jóvenes hispanos que nunca han trabajado en una granja! Al igual que otros grupos inmigrantes, el día llegara en que ganemos recompensas económicas y políticas que estarán al tanto con nuestros números en sociedad. El día llegara cuando los políticos hagan lo justo para nuestra gente por necesidad política y no por caridad o idealismo. Ese día quizá no vendrá este año. Ese día quizá no vendrá durante esta década. ¡Pero llegara, algún día!
Y cuando llegue ese día, veremos el cumplimiento de ese pasaje del Libro de Mateo en El Nuevo Testamento, “Que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.”
Y en ese día, nuestra nación cumplirá su credo-y ese cumplimiento nos enriquecerá a todos.
Muchas gracias